viernes, 19 de abril de 2013

NOTAS DESDE LA BODEGA, 18, abril, 2013

Hemos ido al gran mercado, catedral del modernismo de 1903..
No sé si es el más bello mercado del país o como mínimo, de los más bellos de esa época. Aunque nosotros ya somos de la generación del “super”, pero desde hace un cuarto de siglo que vivimos en la zona histórica es cuando empezamos a apreciar el mundo submarino de las pescaderías y el universo lanar-pastoril de los corderos, las múltiples aves y el vacuno y equino.
Los mercados tradicionales siempre son una novedad cada día, en todos los sentidos. A cada paso se encuentra una anécdota o algo de interés si estás atento. Ahora, con cierto cansancio existencial que no logro superar, aunque creo que lo intento, me gusta ir con ella al mercado para sentir una sensación de evasión a través –quizá- de los múltiples colores de los distintos puestos y gentes multirraciales.
Las sensaciones se repiten generación tras generación, y sin embargo, nos las creemos como nuevas, y lo son, porque cada sensación personal es un “descubrimiento”.
Estamos ya a mitad del primer cuarto del XXI y, yo creo que el neorromanticismo no ha concluido todavía, pues habrá sensaciones latentes y vagarosas en el ser humano hasta el final de los días…
Me gusta ver los peces variados, sus múltiples colores y brillos casi tridimensionales, el desfile de gentes de lo más lejano del planeta, desde África, Asia y sobre todo –no sé por qué ¿?-, esa gente del mundo eslavo que, en lo femenino, tanta fascinación me produce.
Pero hay que tener cuidado. A veces, hay algunos peces que te miran mal, y eso que están teóricamente muertos. Cuando ya nos íbamos, un extraño pescado que yacía con la cabeza fuera del mostrador se ha puesto a balbucear unas palabras. Yo no podía creerlo, pero era cierto. Me he acercado y, ¡¡sorpresa¡¡, el pez decía: “Guuuaang ñan wahann huoo minnaoo guanng” Resulta que el pez era chino¡¡ He salido corriendo y despavorido hasta casa. “Este pez me conoce, y sabe de mis sueños platónicos con la china del super”, pensaba aterrado mientras ya estaba en el ascensor de casa.

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