NOTAS
DESDE LA ANTIGUA BODEGA, sobre febrero de 2013.
Me he enamorado de una china que
tiene un supermercado…, bueno, en común con su marido…). Me he enamorado de ella porque me sonríe, me
sigue con la vista y se vuelve a mirarme, ay¡¡, con extrema dulzura.
Si le pregunto su nombre, igual me
dice, “Isabel”. Pero yo le diré: “No, tu nombre en chino. El de verdad”. Y entonces, igual responde, por ejemplo: Guang Choun Lin”.
Cuando se lo dije a mi amor
histórico-legal-real-verdadero, mientras almorzábamos, me replicó con sabia
tranquilidad: “Anda, qué no es lista. Eso lo hace para vender más”. Pero lo cierto es que le/les compro muy
poco…, y sólo cuando está ella en la
caja.
Desde entonces, cada vez que paso
frente al supermercado, y en la puerta o en la caja está el marido, me digo o
murmuro bajito: “Aquí está el chino gordo, cenutrio y feo…”. El me mira con cierta indiferencia
(indiferencia oriental, quizá), y, más de una vez, hasta me parece que intuye
lo que pienso. Pero yo a lo mío: “Qué
gordo y feo es el chino este, ¡¡por dios¡¡
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