sábado, 20 de abril de 2013



SEMANA  SANTA,  30,  marzo, 2013.


Atardece en Falset.
Falset es la capital política y comercial-administrativa de la comarca tarraconense del Priorat.

Gente que sube y baja desde lo que fue el castillo a las históricas y modernistas bodegas, y luego, retornan procesionalmente de las bodegas al castillo.
En lo que fue la primitiva iglesia de la fortaleza hay algo así como un parque temático del vino, y las gentes o turistas hacen el recorrido, inercialmente por la senda, degustando los distintos caldos por las empinadas calles de la población con las copas en la mano, paladeando el vino, aturdiéndolo hasta lo insospechado. Seguramente, algunos ya han empezado a gozar de la grata y traidora compañía de Baco sin advertirlo, y seguramente por eso, las cuestas del recorrido procesional se les hacen más livianas.

Cuando ya nos vamos, me fijo casualmente en una pareja, más o menos vestida para la ocasión, aunque no entiendo muy bien para qué hay que ponerse guapos para subir y bajar de las bodegas al “parque temático” del castillo y viceversa.  Hablan, sentados sobre las almenas de la muralla, mientas mirándose de forma cómplice, brindan en silencio con sus copas.  La noche no está lejos.  Dicen –lo he oído- que esta Semana Santa hay Luna llena.  Yo no la he visto, y lo que es peor, ni siquiera lo he intentado.
La noche no está lejos, y yo sigo mirándoles. Se quedan allí, en la tarde, que seguramente es “su tarde”.  De lo que no tengo dudas es de que no va a ser “mi tarde” ni “mi noche”.

Y nos vamos.  Me voy con una inmensa tristeza, una tristeza de esas que parece que ya empezamos a asumir, por inevitable, porque  quizá “tenga que ser así”.  Pero en realidad no “es así”, pues eso no se asume nunca, y lo demás son ruedas de molino, cantos de sirena o simplemente querer autoengañarse.
Me voy pensando en la inmediata noche de ellos, pero difusamente. ¿Cómo será su noche?

Me voy, sí, con una inmensa tristeza que no puedo ni quiero describir porque ésta, me avisa una vez mas como de mi expulsión del mundo.  Cada hora, cada luz y cada instante es siempre distinto.  Y el dolor, y esa inmensa tristeza desasistida de saber que el amor se aleja cada vez más y, su alejamiento me resulta inaceptable, me parece totalmente inasumible poder aceptarlo.  Se puede aceptar con total consciencia y resignación la muerte, y entender por básica inteligencia que ésta llegará porque le llega a todo el mundo… pero no se puede, de ningún modo, no se debe aceptar siquiera con un poco de dignidad la pérdida del amor jamás, y no se puede porque eso sí que es infinitamente peor que la muerte.  Y no hace falta explicarlo; quién quiera que lo entienda, y sino, es lo mismo.

Habría que luchar siempre por el amor, más que por la “vida”, porque sencilla y paradójicamente al luchar por el amor ya se está luchando implícitamente por la vida; y sino, aunque sólo fuera por una sola noche de amor y porque ésta fuera como una sola vida entera, como el único recuerdo inolvidable que primero debe ser vivido y luego puede ser contado. El único.


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