….Y llegarán los días cálidos, como
otras veces. Y no sabremos –no sabré-
dónde esconderme. Ahí van unas notas, recuperadas, de 2011 :
UNA
AGONÍA DE AUSENCIAS 2 de
Mayo de 2011
Una agonía de ausencias puebla las calles
de la ciudad esta tarde, ya en plena primavera.
Y sé
que no es nuevo, pero al igual que cada día de nuestra existencia… esta soledad también es distinta.
La ciudad huele a flores, fermento de orines y angustia
indeterminada. He venido en el tren
hace unas horas, en el inicio de la
tarde. Hay una luz en desbandada que anuncia el inminente comienzo de la
noche.
Desearía…
Bueno, quisiera arrinconar el pensamiento por unos días, igual que
cuando se guarda la ropa de invierno hasta la temporada siguiente, pero no creo
que éste lo permita y me deje siquiera por un fin de semana o algo más, así, solamente solo, deambulando por el limbo
de las luces como perdido, o por el
reino de las palabras lentas, sin eco ni
zozobras.
Siempre se nos está yendo algo, querámoslo
o no, y a su vez, siempre llega algo nuevo por otra de las múltiples estancias de la vida.
Se va el día, sí, pero la primavera ha
estallado salvajemente por todos los rincones, desbordada y exuberante hace tan
sólo algo más de un mes. Ya más de
treinta días transcurridos de lujo, dispendio y esplendores múltiples. Pero yo, salvo excepciones, ya sólo veo el
inexorable tránsito de los días y el final de todo. Quizá simplemente, me falta la belleza, así
de sencillo; o tal vez lo que falta es
la luz que ilumina a la belleza, por eso no la veo…
Sabemos que todo es un producto del instante,
o el “instante”. Y
éste, muchas veces -quizá
muchísimas- está en nuestras manos, en nuestras decisiones inmediatas. Pero a mí ya me falta, creo, o me parece
creer, esa luz que iluminaba la belleza cada tarde, a cualquier hora y sin
previo aviso, con toda pompa y
despilfarro… Al final, uno se acostumbra, y podía pensar que aquello
siempre estaría allí para deleite
nuestro y elección gratuita: “Cinco kilos de belleza iluminada, por favor. Sí, esta de aquí, que parece más fresca, como recién cogida…”
Y así era.
Pero ahora, ya digo, falta la luz, y el
mundo -mi mundo- está en tinieblas y no
quiero verlo, o no quiero saberlo.
Y las palabras, reiteradas hasta el mareo,
se desvirtúan y pierden su contenido y su lustre original, ese que era sin “pecado” y sin “mancha”, sin caducidad. Eso creía, eso creíamos,
aproximadamente; muy aproximadamente,
porque todo era difuso, sí, en la densa niebla de los días y los ensueños…, que todo ensueño es indescriptiblemente
anticonvencional, por sencillo que éste sea…, o lo parezca.
(Guillermo CABAL
Jover)
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