jueves, 27 de julio de 2017

OTOÑO

¿Recuerdas cómo eran las luces por aquellos márgenes de la tarde?  ¿Quién recuerda las bifurcaciones que conducían a las ermitas, los soles falsos, o, el doble arcoiris sobre los mares inciertos del cielo?

¿Quién recordará, quizá todavía, mi mirada exenta del tiempo, incluso del mundo?
Recordar el frío de la tarde, las ensenadas temblorosas de los cielos, el rojo fuego en el horizonte terminal, quizá iluminando mis pupilas sin saberlo.

Recuerdo, en todo caso, situaciones tensas de las que sólo yo era el responsable.  Luego, vinieron más situaciones igualmente tensas –sin motivo aparente alguno- para mí.  Pero ese era mi drama transitorio, mi penitencia de no sé qué y mis miedos/demonios interiores.   Ay…  los miedos personales, actuando de forma irracional y yendo a contracorriente, sin conocer la diplomacia ni por supuesto  -esto es peor-  la piedad última, ese devenir anímico en el que el ser humano colisiona frontalmente contra el muro de la realidad.   Y resulta que la “realidad” puede llegar a ser la mayor abstracción de nuestra vida y la mayor obstrucción para nuestros actos.


Yo sólo quiero una “realidad” irreal que me vuelva a llevar a esos mundos, a esos universos sin aparente retorno, sí, por favor.  Nunca el retorno.

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