. LOS TECHOS, I
Los techos, sí. He hablado alguna vez de los techos (otro día
hablaremos de Oporto: que es casi tan bello como un buen techo…).

En el techo muchas veces se
encuentran, con toda nitidez, toda una serie de pensamientos que, antes, al
entrar confusos en cualquier establecimiento o cafetería no podíamos percibir y
ni siquiera sospechábamos de su <<presencia>> en nuestra
consciencia; nuestra consciencia adecuadamente relajada y, mientras hace la
lectura/traducción de ese inmediato firmamento de la techumbre del café, llega un nuevo redescubrimiento del
mundo. El mundo, nuestro universo o
nuestro espacio vital –tan limitado- permanecía inmóvil y estéril en el
transcurso del día. El tedio, así es,
nos ha devuelto el mar, el cielo y, además, el pensamiento renovado.
Vale ha pena mirar hacia arriba,
aunque sea en los interiores más imprevisibles y supuestamente cerrados. <<Supuestamente>>, digo y repito.
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