miércoles, 6 de abril de 2016



16, ABRIL , 2014         

Las mañanas eran estrellas sin nombre, que yo amaba.
Las mañanas, vértigo inesperado del día que palpita.
He vivido (y vivo) de muy distintas formas las mañanas.  Ellas, lirio virgen en los sotos de los arroyos apartados, lúcido bosque dónde crepita la vida y salta y juega por mera satisfacción y lujuria de los sentidos.

Las mañanas, aquella algarabía de colores que el nuevo día derramaba, gratis, espléndido y báquico sobre mi cuerpo ignorante de joven falsamente adulto.

Las mañanas, ese futuro barco a la deriva, embarrancado, quizá prematuramente, en las estériles arenas de la decepción y el caos.

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