miércoles, 6 de enero de 2016



6, enero,  CAFÉ EL SOL

La ciudad se derrumba, anímicamente, ya llegada la media tarde.

La ciudad agoniza, en débiles estertores que tal vez son el resultado de una vorágine de fiestas y un consumo sin control; sin control para bolsillos débiles y vulnerables que, sabiéndolo –eso dicen siempre-, entran al trapo un año más.

Ya lo dije un día: me hubiera gustado vivir en la zona de Gran Vía de Madrid, pero me conformo con el centro de mi ciudad, con sus templos que me relajan, con sus avenidas nocturnas y, ay, con sus muchachas que ya no miro (intento no mirarlas) porque me da pudor.

Sí, hemos puesto el árbol de Navidad. Fui yo, nada menos, quién lo puso mientras ellas estaban en Roma. Mañana tendré que quitarlo, quitarlo yo, yo, que no creo en nada, o casi nada.

He desembarcado en el Café el Sol, desde donde escribo estas notas deslavazadas y, como siempre, sin pretensiones.  Y dije también en una ocasión que el Café el Sol, en festivos por la tarde, tiene un público de aluvión nada interesante y un poco triste.

Uno, ya dije, digo diego…, le pide casi todo a la vida. O quizá sin darse cuente le pide todo.
¿Adonde irá mañana el metafórico y manido tren de los días subsiguientes, ese que parte de vía muerta, ese que no promete nada a nadie, durante el viaje a la nada?

No vale lamentarse, ya no, pasó el tiempo. Uno, sólo iba para transitar por los altos cielos de la lírica pura, sin mancha, sin retóricas extemporáneas ni pelmas de esos que te atrapan –cuando se es joven- en una barra del café que “sujetan” sempiternamente.  Uno, tal vez iba para la poesía pura y, han cerrado de pronto las puertas luminosas de la noche antes de tiempo.  Uno, en fin, pensaba transitar casi perennemente  por los senderos de la belleza y sus múltiples bifurcaciones sin límites.

Uno, ha descubierto la noche inmensa, genérica y negra en la que duerme y duerme sin control, en espera de las noches siguientes, en espera de los azules perdidos, quizá para siempre, aquellos azules siempre vírgenes y estáticos por dónde viajaba el amor, sí, de vez en cuando, pero viajaba. Yo lo he visto.

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