jueves, 24 de diciembre de 2015



24, diciembre

Esa gente inmediata, tan cercana, que intenta acercarse a ti, a uno.
Esa gente de buena fe, cerca de nosotros y, a kilómetros (emocionales) de distancia, una gran distancia de comunicación/incomunicación real, un muro insalvable que es, que son, simplemente mundos distintos.

Me producen más soledad, más ausencia su cercanía, sus palabras previsibles, con buen intención; sus dulces obviedades, su psicologismo apresurado de donde van cogiendo conceptos manidos, un poco al azar, como en un cajón desastre.

Y, aún cuando el psicologismo lo ejerza otra de de las personas cercanas distinta, allegada, si ésta es ordenada en su discurso, metódica, cuadriculada y, con un punto de verborrea que, en el fondo, y como suele ocurrir, sólo se está desfogando a tu costa con el “evidente” pretexto de ayudarte a ti…, entonces, el silencio y la soledad del supuestamente ayudado todavía es mayor.

He visto, muchas veces en la vida, que hay personas que cuando van “descubriendo” las obviedades del mundo y, te las cuentan didácticamente, para ayudarte, lo que en realidad deberían hacer es pagarte por haberles escuchado en aquiescente y resignado mutismo.
 Es un hecho probado que, no sólo se han ahorrado el psicólogo a domicilio (sea el lugar o estancia que fuere) además de fortalecer, uno, con su silencio, el ego del “ayudante” y endebles y dispersas estructuras socializantes que ahora, en un margen propicio de espacio que ha creado el inesperado conferenciante/monologuista para su discurso, ahora,  te lo va a soltar todo de golpe y sin ninguna piedad.

Al final, casi le daremos las gracias.  Es decir: “casi”.

1 comentario:

  1. He visto, muchas veces en la vida, que hay personas que cuando van “descubriendo” las obviedades del mundo y, te las cuentan didácticamente, para ayudarte, lo que en realidad deberían hacer es pagarte por haberles escuchado en aquiescente y resignado mutismo.

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