18, diciembre
El horror es una lucidez, una de tantas. Así que transitamos por el horror, sí, como algo cotidiano. Vamos con el miedo por las anchas calles durante unas horas, unos minutos, varios días o meses, según nos venga dado el horror, o el miedo cotidiano.
Transitamos siempre, o casi siempre,
por la cresta (cualquier cresta) del horror mientras pensamos con frialdad y
escepticismo cualquier cosa.
Obviamente, el horror o el miedo es
lo más antagónico a la lírica pura del
ensueño, a cuyos lomos siempre me gustó
(necesité) viajar, sí, pero, quizá, en
mitad del recorrido, llega de pronto la duda, la inseguridad, el miedo y, uno,
se descabalga para coger así el tren de
la realidad que deprime, paraliza y lleva a la muerte existencial sin más
contemplaciones.
Creo que decía Cornielle: “Sólo es
dueño de su vida quien la desprecia”
Le eché en falta sus entradas, y su forma de escribir "sin pelos en la lengua". Espero que esa sensación pase pronto. Un saludo navideño.
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