viernes, 18 de diciembre de 2015


18, diciembre

El horror es una lucidez, una de tantas.  Así que transitamos por el horror, sí, como algo cotidiano.  Vamos con el miedo por las anchas calles durante unas horas, unos minutos, varios días o meses, según nos venga dado el horror,  o el miedo cotidiano.

Transitamos siempre, o casi siempre, por la cresta (cualquier cresta) del horror mientras pensamos con frialdad y escepticismo cualquier cosa.

Obviamente, el horror o el miedo es lo más antagónico a la lírica pura del 
ensueño, a cuyos lomos siempre me gustó (necesité)  viajar, sí, pero, quizá, en mitad del recorrido, llega de pronto la duda, la inseguridad, el miedo y, uno, se descabalga para coger  así el tren de la realidad que deprime, paraliza y lleva a la muerte existencial sin más contemplaciones.

Creo que decía Cornielle: “Sólo es dueño de su vida quien la desprecia”

1 comentario:

  1. Le eché en falta sus entradas, y su forma de escribir "sin pelos en la lengua". Espero que esa sensación pase pronto. Un saludo navideño.

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