16, diciembre.
Los días gloriosos de la lírica
arrebatada….
¿Hasta dónde llega la lírica
desbocada; cuántos caminos, cuántos ríos, cordilleras y mares interiores es
capaz de atravesar semejante estado de embriaguez incontrolado?
¿Dónde, dónde quedó, dónde ha quedado
aquella nube viajera por la que yo transitaba cada mañana en su blanca
superficie y, que yo creía segura, consistente y sobre todo luminosa?
La aventura del vivir no cesa. Es un castigo, o una dicha efímera, pero mi
creciente escepticismo me hace recelar de la “aventura”.
Puede ser gloriosa y arrebatada, como digo, o sórdida
en extremo hasta que te lleva la muerte anímica, hasta que te conduce, muy
levemente, al imprevisible viaje por la laguna Estigia. (Yo he viajado, varias
veces por el río o la laguna Estigia, y conozco el siniestro rostro de
Caronte.)
He recalado, por pura casualidad, en
una galería de arte cuya galerista conozco desde hace unos años. Ella, Pilar, entrañable Pilar, me ha contado
cosas, me ha hablado de la exposición, pero, sobre todo, me ha hablado de su
estado anímico, por el que lucha cotidianamente. Yo le escuchaba. Yo, que le pido todo a la vida (todo en el
sentido lírico-sentimental), y por eso creo que tengo poco, tan poco. De ahí la
infelicidad. De ahí, sí, mi infelicidad.
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