jueves, 5 de noviembre de 2015



5, noviembe.

Arribo, cada vez más, a los cafés sin nombre, sin atisbo de pretensiones dulces, o gloriosas o de trasfondo secretamente desolado, de clientela atemporal que no pretende –en absoluto- que lo que resta del día les sorprenda para nada.  Aún diría más: muchos, en su gran dignidad inconsciente, no desearían ya que el resto de la vida les sorprenda, les obsequie con algo que ya no desean; no, no lo aceptarían… 


Quizá hay un “tiempo para todo” y, el de ahora, es ya “otro tiempo distinto” que no desean que marche a contracorriente de sus vidas.  Yo tampoco.  Yo tampoco lo deseo y quizá por eso vengo –instintivamente- por aquí, para que el pensamiento descanse, vuele libre (si es que puede) y, sobre todo, no se obstruya  (¡todavía más!)  con deseos    absurdos  que ciegan el alma y nos cortan el paso, ese paso tan leve…  ay…, ese tan leve que abre la puerta, sí, hacia cualquier abismo no previsto.


O sí previsto. Quién sabe...


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