jueves, 15 de octubre de 2015



14. octubre

Los anchos alerones del invierno…
Entro aquí con un  vago monólogo.  Quizá divagando. ¿Divagaba?
Pueden verse, sí, los anchos  alerones del invierno asomándose, con poca discreción (yo diría que ya con insolencia), por entre la silueta urbana de tejados y cielos. 

A  veces llamamos al cielo “cielos”, y resulta que es lo mismo; y es indiferente. Absolutamente indiferente.

Los grandes y cubrientes alerones del invierno a veces pueden verse por donde nadie los advierte, y se adelantan, poco a poco, dando leves retrocesos que, al cabo de dos o tres semanas, son un gran paso de gigante hacia la noche dilatada de los fríos.

No sé quién comentó, escribió, o me dijo: “escribes bonito y lo sabes”.

A veces las frases, comentarios u opiniones no dicen nada, no trascienden o simplemente están vacías, aunque éstas sean de buena intención.

“Escribir bonito”, así, simplemente, simplemente a secas, a mí me importa un pimiento porque siendo solamente así, así sólo, no habría nada más detrás de las palabras, y, si las palabras no tienen fuerza o están vacías, entonces nuestros actos y gestos se devalúan y nosotros –el aludido o quién sea- somos simplemente rehenes de una absurda estética musical del lenguaje.

El “tema” en sí mismo no tiene desperdicio, pero a mí el tema, o el no tema, en momentos determinados, además de un pimiento, sencillamente también me importa una mierda y, simplemente veo que ya queda menos para ir a dormir y echar la persiana “oficial”, lúcida y, dudosamente lúdica del día…
Etcétera.

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