14. octubre
Los anchos alerones del invierno…
Entro aquí con un vago monólogo. Quizá divagando. ¿Divagaba?
Pueden verse, sí, los anchos alerones del invierno asomándose, con poca
discreción (yo diría que ya con insolencia), por entre la silueta urbana de
tejados y cielos.
A
veces llamamos al cielo “cielos”, y resulta que es lo mismo; y es
indiferente. Absolutamente indiferente.
Los grandes y cubrientes alerones del
invierno a veces pueden verse por donde nadie los advierte, y se adelantan, poco
a poco, dando leves retrocesos que, al cabo de dos o tres semanas, son un gran
paso de gigante hacia la noche dilatada de los fríos.
No sé quién comentó, escribió, o me
dijo: “escribes bonito y lo sabes”.
A veces las frases, comentarios u opiniones
no dicen nada, no trascienden o simplemente están vacías, aunque éstas sean de
buena intención.
El “tema” en sí mismo no tiene
desperdicio, pero a mí el tema, o el no tema, en momentos determinados, además
de un pimiento, sencillamente también me importa una mierda y, simplemente veo
que ya queda menos para ir a dormir y echar la persiana “oficial”, lúcida y,
dudosamente lúdica del día…
Etcétera.
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