domingo, 26 de julio de 2015



 23?, julio, 2015

Creo que ya lo dije hasta el aturdimiento: nunca tuve una granja en África, ni en ningún sitio. Y ni puñetera falta que me hacía.

A veces, no muchas veces (las suficientes), sí tuve la posesión de las palabras, y estas sonaban y volaban –no siempre- al ritmo deseado.  ¿Fue casualidad? ¿Fue tal vez una conjunción de secuencias favorables?
Lo cierto es que, después de tanto vuelo y más ensayos, los grandes vuelos que debía realizar no dejaron  de ser simples intentos de aficionado.  (Ay, el <<volar>>, qué gran falacia…)

Oía, estremecido, en aquella párvula niñez, el sonido expansivo de las gaitas en esas regiones del noroeste peninsular, tan alejadas de aquí, del gran valle del Iber;  gaitas que habían traspasado las regiones celtas de Irlanda, Bretaña, Gales o la mismísima y mítica Escocia  para llegar a los montes peninsulares del norte de Hispania y de región a región, de boca a oídos; de gaiteros a receptores.

Ya de mayor, viviendo en esta ciudad y su región esteparia, sólo hubiera deseado tocar las gaitas irlandesas o escocesas, éstas con más envergadura, fuste y potencia. ¿Qué se podía traducir a través de aquellos sonidos?

Por las mañanas, cuando las primeras luces solares atravesaban todo un mar de nubes bajas y sobre las cuales aparecían soleadas formas irregulares, las suaves y verdes colinas de Asturias, era entonces cuando yo, sin saberlo, tenía la consciencia y la clara percepción de que aquella música tan arcaica sólo había pertenecido siempre a esas montañas y sus pobladores,  y sobre todo, que todo aquel paisaje y escenografía y sonidos múltiples ya siempre formarían parte de mí, de toda una gran melancolía difícil de definir y, sobre todo, ya muy hondamente asimilada en mi interior.

Nada nuevo: Somos todo aquello que interiorizamos con fuerza; todo aquello que nos llama, persistentemente, una y otra vez; todo aquello a lo que deseamos volver siempre, hasta el final, y sobre todo, sin saber claramente por qué…

No hay comentarios:

Publicar un comentario