domingo, 15 de marzo de 2015



15. Marzo, 15

15 días de vida ascética y soledad e incomunicación en el Bajo Aragón-Caspe le vuelven a uno dócil, algo medroso, casi inquieto e, incluso, con mayores temores (abstractos) si es que eran pocos los que había.


Noche fría de domingo con el alma sacada a pasear a última hora, errando sola, en un infinito y sin destino alguno aparente.

La noche cierra las puertas del domingo y envía así a sus casas, sin previa pregunta, a todos los cadáveres sobrevivientes de un día de tránsito a ninguna parte.


Me he refugiado en uno de los cafés de recurso y, claro, en estos cafés-bar  ambiguos normalmente suelen acudir todos los cadáveres a la cálida lumbre de un partido –el que sea- televisado.

 
Hombres triplemente anónimos de mirada estática aguantan frente al televisor  (yo permanezco en una diáfana y neutra estancia desde donde puedo ver el paupérrimo espectáculo) todo aquello que les echen y, mucho más.


Las tres bellas muchachas que había deciden irse, sin duda, llevadas por un remoto instinto de salvación.


“Sólo las muchachas –como decía, más o menos Antón Chejov- exhalaban (exhalan) un halo de pureza…” “Pero con el tiempo -seguía, más o menos así-  se abandonan, engordan y adquieren hábitos propios de la gente de medio pelo.” 


Naturalmente, él hablaba del espectáculo popular de finales del XIX En ese mundo eslavo tan sensual como misterioso.


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