miércoles, 26 de junio de 2013



26 de junio de 2013
En el  texto que a continuación sigue, casi sólo esta presente la tragedia provocada por los “libertadores” occidentales en Libia, puesto que el viaje a Estambul queda relegado a una mera anécdota. Y no es una visión personal precisamente, pues ya es algo contrastado históricamente y, como siempre, implacablemente silenciado después.
Hoy, los “libertadores” occidentales, que han arruinado y destruido una gran parte de los pueblos y naciones del planeta, vuelven a la carga con la sofisticada periodicidad de siempre  y su planificada sarta de calumnias.  Hoy, el objetivo es Siria, país este que, junto con Irán, ya sólo son los dos únicos países soberanos que quedan por someter (en el medio oriente y el mundo islámico) a los caprichos de la tiránica libertad del MERCADO occidental.  (y a uno, como le puede pasar a usted, cuando su interlocutor se ve cogido por la última e irrefutable fechoría que le ha propinado “el mundo libre” al país de turno, le interroga irascible dicho interlocutor: “…Di, ¿Con quién estás entonces? ¿Con los moros?  ¿Con el dictador fulano, con el dictador mengano, con el tirano zutano…?  Naturalmente, antes de ascender a dicho gobernante a la categoría de “dictador” o “tirano” etc., el país de dicho “tirano” ha sido planifica y sofisticadamente desestabilizado por los libertadores de siempre…  Entonces, uno, ya impotente, pues no hay absolutamente nada que hacer, mas que esperar estoicamente a que los jueces-mercaderes del mundo destruyan un nuevo país, le pregunta o pregunta al beligerante interlocutor: “Pero fulanito, por favor, intenta ponerte en qué sentirías tú si ahora, aquí, por ejemplo, en nombre de unos supuestos “beneficios” que te quieren imponer desde fuera a ti y a millones como tú, de tu país, empiezan sencillamente a bombardear la ciudad, las escuelas, las regiones cercanas a “ti” y, al final, cuando aún sigues diciendo –como tantos- “que la cosa no va contigo” llega la muerte producida por los bombardeos a tu familia, a tus hijos, a tu propia casa…)
El drama, naturalmente, pasa casi totalmente desapercibido a gran parte de la narcotizada “opinión pública” occidental.  Esto no es casualidad, esto es, sencillamente, producto de una gran y sofisticada manipulación que ya va durando décadas y, ahora, los resultados (cada cual que los analice por sí mismo), son sumamente satisfactorios: nada se opone al “sistema de libertades” planetario y, además, los periodistas de este “mundo libre” ya van aprendiendo la lección: se aplican, ellos solitos…, sí, ELLOS SOLITOS, su propia autocensura.  Magnífico, un trabajo impecable… en nombre de las transnacionales.  El mundo se ha convertido en un gran patio de vecinos en el que todo el mundo se conoce y, sabe lo que debe y “no debe” de hacer.  Igual, igual que los periodistas, esos periodistas “libres” ya aludidos aquí.
Os dejo, pues, con mi viaje  inolvidable  a Estambul…   que podéis dosificar  si os resulta un poco largo.                   

 7 – 8  de Mazo,  2011,  Estambul

  La primera vez que observé una de mis manos  -¿tal vez fue la derecha?-  como si fuese un ente aislado e independiente del universo, aunque sintiéndolo como algo mío, fue durante la siesta de un todavía incipiente verano, en la cama de un hostal de la ciudad de Teruel.   Realizaba una exposición individual de pintura en la sala de exposiciones de la Escuela de Artes de esa ciudad, y acababa de cumplir  26 años.  ¿O eran  27?
Miraba mi mano, en la cálida penumbra de una mínima luz proveniente de las rendijas de la persiana bajada.   Sobresalía por debajo de la almohada (qué bello vocablo árabe),  una mano tersa, inequívocamente joven, turbadoramente joven, proporcionada y con cierta estética o, quizá    -¿por qué no?-  remotamente aristocrática  (que una mano siempre es una mano y, sobre todo, si es la de uno mismo).
Recuerdo cómo se podía incluso ver su prolongación, su contorno hacia la muñeca y, seguidamente el antebrazo.  Luego, ya,  desaparecía como tragada por la blancura tamizada e ingenua del almohadón.
La mano y el antebrazo yacían solos, como una sola pieza perdida en un universo lento pero a la deriva,  aunque sí era consciente  que  había una estrecha e incuestionable intimidad física con el resto de mi cuerpo.  Ya sabía entonces, casi como ahora, que aquello era una reflexión tonta, banal…,  aunque con otra “dimensión” por aquello de la edad;  una observación nada extraordinaria y tal vez primaria: la contemplación de una de las extremidades de uno mismo, así, tal vez aleatoriamente.   Pero seguía viendo aquella mano aislada y no dejaba de preguntarme qué sería de ella dentro de quince o veinte años...   Me resultaba casi inimaginable por ser  -creía-  toda una vida, sobre todo cuando se tienen escasamente poco más  de un cuarto de siglo.   Pero entonces, claro está, me parecía mucho el pasar ya del cuarto de siglo.
Veo de nuevo esas  manos, o aquella mano, casi mineralizada, aquí,   en la calle (lo tengo que copiar)  Genctüek  Cukur  Cesme (o parecido)  de un hotel de Estambul.   Y esto, dicho así, queda como  algo “guay”  o pretendidamente “cool”,  quizá  post-esnobista o simplemente neoliterario…   ¿Por qué?   Pues porque ya todo va siendo  “neo”,  pretérito, casi póstumo y   sobre todo sin  retorno.    Son tiempos ya de descuento y de pasiones inaplazables (que no apócrifas) si éstas todavía fuesen posibles;  pasiones hasta el fin, porque sino nada es  real,  o la   realidad  entonces, sencillamente es que no es vida, lo que de ser así  resulta ser el fin de todos los fines y, dígase lo que se diga  y quisiera objetarse en descargo de no se sabe bien qué vida.
Son tiempos en los que uno ya sólo se cree lo que quiere creerse, o lo que se ve al  “otro lado” del  espejo, y aun que esto, en principio,  parece ser una elemental obviedad,  lo cierto es que uno ya no se cree casi nada, salvo las evidencias, que ya es bastante.  Demasiado.     (En estos  días  resulta difícil o poco creíble  -abro de súbito este paréntesis porque ya me duele más allá del alma-   no ver lo evidente.  En estos días, esa minoría de terroristas internacionales que domina el mundo desde hace algo más de un siglo: los cuatro grandes países de la OTAN y todos sus satélites no visibles en el escenario:  Canadá, Australia Japón, Nueva Zelanda, España, etc.,  etc.,  ya ha preparado el habitual camino de siempre en todos sus medios de terror desinformativo para ir “concienciando” a sus poblaciones; aunque se da la amarga ironía que ni siquiera hacía falta semejante volumen de mentiras y todo tipo de calumnias, pues nuestras poblaciones, narcotizadas hasta la más extrema náusea, sólo creen  –inconscientemente- en el bienestar que produce la “democracia” de la  posesión de las materias primas de otros y,  eso sí,  sobre todo en el dulce y reducido universo   -¡¡que reducido¡¡-   de la sonrisa de sus nenes;  ay…  sus nenes…, qué cosa más tierna…;   lo demás, una vez más “no existe”.   Hace días que empezaron a llenar de armas a esa minoría, exiguamente testimonial, de oponentes al régimen de la Revolución Libia, pues veían que ni siquiera con todo tipo de material y ropa de campaña, electrónica  y todo tipo de pertrechos  –todo ello regalo apresurado de las “democracias”- podían tirar para adelante y hacer daño al “régimen”.   Luego, como siempre, empezarán los bombardeos  “humanitarios”  para defender al “pueblo” de las garras del “tirano”.   No me detendré en la habitual y zafia jerga que siempre utilizan –aunque es muy efectiva-. También ahora, al  igual que  en las dos veces anteriores: los bombardeos y el arrasamiento de Yugoslavia y posteriormente Irak…;  sí, también ahora tendrán que llamar “al orden” a esos cándidos y  jóvenes e inexpertos periodistas que han osado comentar, sorprendidos, el elevado nivel de vida  -¡¡y de reparto¡¡-  existente en esos países, y ahora  lo comentaban de Libia. Pero ya es asunto cerrado y sólo se habla ya del “tirano” y sus “mercenarios”.   A esos periodistas ya les han puesto firmes: da verdadero sonrojo escuchar el unidireccional y dictatorial discurso de los medios informativos “democráticos” del  “mundo libre”, nuestro mundo, en el que vivimos tan bien, e incluso de de las migajas, pues el saqueo de todos esos países hace que aquí, las “migajas”,  sean un verdadero festín para nosotros,  el pueblo llano; o para los que como yo, tenemos materialmente muchísimo más de lo que hubiéramos esperado o deseado…, pero lo que aquí tenemos no es gratis, y viene   “de algún sitio”…   No me indignaré más, pues lo cierto es que me afecta mucho a la salud, pero sobre todo, la deliberada ceguera y autonarcotizamiento de aquella –antaño- juventud “izquierdista” que hoy,  ya sólo tiene ojos para las dulcificadas colinas del norte o el centro de Europa y, también, para esos países premiados; ejemplo: Croacia.   Nadie que desee informarse un poco podrá recordar un país –ahora sutilmente neonazi- tan PREMIADO y, además planificadamente, por el turismo occidental, como Croacia.  Dejémoslo aquí, pues sino me voy a ir aunque sea andando a  Zaragoza, o a Libia, del lado del “tirano”, pues sería bastante sano morir con un poco  –muy poco, muy poco-  de dignidad y, e incluso coherencia.)

Los viajes, por múltiples motivos difícilmente relatables, y,  todavía aún más complejos de resumir,  en general no me interesan en absoluto.   Tan sólo, claro está, los instantes…, o algunos instantes: esos que ahora ya no llegan y, además, ni siquiera ya son esperados.
No hay que transigir,  nunca (siempre que nos sea posible…),  con esa sombra y esa danza de la muerte cuando ésta viene a nuestro lado,  sigilosa, vestida  de noche clara y azul traslúcido para  confundirnos,  para matarnos durante un prolongado “descuido” nuestro que, quizá, no se justifica de ningún modo.  No podemos ser, en ningún sentido, tan dilatadamente descuidados, a menos que transijamos.   Pero, ¿y qué hacer?    Si lo supiera, o cualquiera que lo supiese, tendría una apretadísima agenda para ir por ahí dando conferencias, y, por supuesto, muy bien pagadas, dado que las  temáticas  de ambigüedad o mera abstracción (esnob)  abarcan a un público muy amplio, y que va desde el auténticamente sincero o, ¡muy impresionable¡ (este último público me produce una auténtica ternura… ¡e indignación¡), al pos-neo-esnobista.
Aún así, ya digo, a veces no hay que transigir siempre, porque no es sano y, además, te puede salir un cáncer de inmediato; un cáncer existencial, que es el más agresivo de los cánceres porque no mata y te deja vivo por fuera y muerto por dentro; algo que es drásticamente demoledor; demoledoramente mortal.
(Sólo  nos salva   -quizá entre otras muchas cosas-  “la lírica”, o  la lírica,  como prefieran, aunque sólo de vez en cuando, y ésta va incluida en el mismo lote que el amor –el amor de pareja,  el amor  eterno (que nada es eterno)-   pero aún así tenemos que estimularla –la lírica-  constantemente con agasajos, promesas y sobornos para que no se vaya de nuestro lado.   Lo malo es que cuando ésta se queda un rato con nosotros, quizá por compasión, y además  ya no le creemos, ni siquiera en su silencio…  es entonces cuando miramos a un fondo sin fondo; a un vacío que, está totalmente vacío y, entonces, no podemos creernos lo que ha llegado, lo que ha venido para quedarse con nosotros…  seguramente para los restos, sí, para los restos.)

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