miércoles, 20 de marzo de 2013

Luis Manuel Martínez

(Hay un nuevo texto en 5º lugar, a partir de éste: "NOTAS EN LA BODEGA, 26 de noviembre de 2012". También puesto el el blog el 20 de marzo de 2013)




(Pasado al blog: 20 de marzo  2013)                                                            

LUIS  MANUEL  MARTÍNEZ      (18, Abril,  2011)
(Fuera de contexto cronológico)

Esta tarde, pintaba con desesperada y lenta agonía sobre un lienzo denso, opaco, en el que no había luz.
Pintaba pero no pintaba, creo que ya se entiende, porque hace tiempo que estoy viviendo muerto, y un muerto, a poco que maneje la semántica, siempre resulta literario.  En fin, que soy un muerto por extraño que parezca.  Un muerto que sonríe, con inquietante rigidez, frente a un espejo isabelino.
Pintaba, incluso, intentando pintar, lo cual tiene un plus de mérito por deliberado voluntarismo.  Pintaba despacio, sí, pero intentando hacerlo más rápido porque a veces hay que poner un límite a estos lentos e imperceptibles procesos de descenso, de inequívoco demarraje hacia el abismo.   Algo así pensaba.
De pronto, y como suele venirnos cualquier tipo de pensamiento, sin pretender evocarlo deliberadamente  (ocurre normalmente que hay menos casualidades de las que creemos),  he recordado a Luis Manuel Martínez.
En una tórrida mañana dominical de Julio  (¿era Julio?) quedamos todo el grupo de habituales tertulianos para ir, en los distintos coches particulares, hasta el pueblo de donde era Luis Manuel.
Le fuimos a despedir con un pequeño y muy emotivo homenaje de versos y prosas.  Pedro se encargó de leer uno de los poemas en su recuerdo para que aquel adiós  fuese, dentro de lo posible, más íntimo y cálido.
En más de una ocasión he recordado, quizá con cierta y secreta envidia, a  Luis Manuel.
Pero sí, así es, hay gente que como él, cumple, cumple con su palabra o, simplemente, es mínimamente coherente; coherente con lo más hondo, con lo más trascendente: su vida.  Decidir su propia vida: cómo, por qué, y hasta cuando.
Luis Manuel solía llevar camisetas negras con estampados jevis o así, pero su aspecto, su voz  (de tenor) y sus formas transmitían cierto rigor y sobriedad, lo que quiere decir, ya de paso, que sí había algo –o mucho- de jevi en él.  Los jevis, como cualquiera, también pueden ser profundos y graves, por supuesto.

Era un caluroso día de verano, como ya he dicho antes.  Creo recordar también, que le llevamos un gran ramo de rosas rojas.
Antes de acudir a su despedida definitiva, el pequeño grupo de colegas de tertulia fuimos a desayunar a un bar.  Después del breve desayuno, estuve jugando al futbolín con alguien.  Ahora se me ocurre que, en cierta medida, esa aparentemente frívola actitud casi era, o directamente era, una pose inconsciente y perfectamente jevi de despedida.
Luis Manuel, Pensaba.  Esto no es nada extraordinario, en principio, que no estoy diciendo tal cosa, pero sí era un hombre que pensaba e intentaba, al menos, racionalizar, en la medida de sus posibilidades humanas, la existencia y su posible valoración subjetiva y también objetiva, lo que no es poco, desde luego, en una sociedad tan corrosivamente simplista e insultantemente vacua.
Recuerdo el nicho, que daba la impresión  (a mí por lo menos) como de haber sido improvisado al azar y en un lugar cualquiera, en una de las tapias interiores del cementerio.  Aunque una muerte, en cierta medida siempre es improvisada, incluso también en el caso de un deliberado y hasta cierto punto anunciado suicidio, cuya culminación es sin duda el acto de mayor dignidad y transcendencia del ser humano.  El nicho, creo que estaba en sombra.  Todos íbamos en manga corta.  Cuando Pedro dio lectura al poema pude ver, en medio de aquel silencio sentido, como Marigel  derramaba unas lágrimas sin llanto.  Alguien se va, se va definitivamente, sí, pero con dignidad, con toda la dignidad a la que es posible aspirar en este mundo.
A Luis Manuel le interesaba la filosofía y la religión de la antigua Persia,  Zarathustra, el Zend-Avestra, Aura-Mazda  y todo eso.  Era un hombre solitario y no sonreía, o como mucho, apenas un esbozo en el gesto como intento de querer agradar fugazmente; pero le gustaba comunicarse, y, creo recordar que no transigía con las blandenguerías al uso y simplismos de medio pelo (eso que a mí tanto me agrede y, sin embargo, suelo “transigir” mucho más de lo que desearía).
Un día, mirándome con una fijedad imperturbable, me dijo que había observado, como yo, con mis argumentaciones reiteradas (eso debía de ser en aquella época, claro) solía llevarme al interlocutor a mi terreno.  Me quedé mirándole, sorprendido.  En ese momento no sabía discernir si aquello lo decía totalmente en serio.  Aunque no solía bromear.
Nada, pues, a mi entender, hay más real y solemne como es el final de la vida que conocemos. Y nada hay también más digno como el querer elegir, con convicción y sin titubeos, sin falsas moralidades ni estériles miedos.

Esta tarde, y ya pasados unos años de aquella última partida al futbolín, quizá busque una víctima para echar unas cuantas.  Dicen (o digo yo, que es lo mismo) que libera adrenalina o pensamientos dudosos, y eso es bueno. O simplemente lo digo por una extraña “indolencia” transitoria.  O por que me apetece que así sea, para descansar, para descansar…
Para descansar después de tanto  descanso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario