11, abril, 2017. LOS TECHOS, II
A veces, en los techos de los cafés,
tascas o periféricos y sórdidos bares, miro al techo, como hoy, y veo las
estrellas parpadeando y temblando en el <<inmenso firmamento>>,
estrellas que en pleno campo y de noche no percibo en la misma proporción por
ser tan excesivas o, tal vez, por ser tan obvias en un escenario/decorado
natural.
A veces, cuando miro al techo (últimamente lo hago mucho porque ello me
relaja y me colma de imágenes inesperadas)
veo el oleaje nocturno de cualquier playa; playas conocidas, de
adolescencia o juventud, playas en las que nos bañábamos sin consciencia alguna
de que nuestros cuerpos –luz ya
atardecida sobre nuestra piel- eran
sutilmente bellos, allí, en el extremo del crepúsculo.
Tomo un respiro, lento, muy lento, y
vuelvo a mirar al techo. ¿Qué ha sido de
la vida hasta hoy? Sueños, divagaciones absortas y más sueños/ensueños. Y, ¿qué había detrás de todo aquello? Un universo femenino ilimitado, mujeres
abstractas, genéricas, y reales también, claro, pero detrás de todas ellas
estabas tú, siempre tú, ninfa con mirada de agua y noche clara atardecida,
demorada; tú, siempre, directa o indirectamente en casi todos mis pensamientos.
Tu palabra, tu voz, tan necesarias
para mi, así era y así es, pero lo supe mucho más tarde, quizá demasiado tarde,
no sé…
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