lunes, 23 de octubre de 2017

11, abril, 2017.  LOS TECHOS,  II

A veces, en los techos de los cafés, tascas o periféricos y sórdidos bares, miro al techo, como hoy, y veo las estrellas parpadeando y temblando en el <<inmenso firmamento>>, estrellas que en pleno campo y de noche no percibo en la misma proporción por ser tan excesivas o, tal vez, por ser tan obvias en un escenario/decorado natural.

A veces, cuando miro al techo  (últimamente lo hago mucho porque ello me relaja y me colma de imágenes inesperadas)  veo el oleaje nocturno de cualquier playa; playas conocidas, de adolescencia o juventud, playas en las que nos bañábamos sin consciencia alguna de que nuestros cuerpos –luz  ya atardecida sobre nuestra piel-  eran sutilmente bellos, allí, en el extremo del crepúsculo.

Tomo un respiro, lento, muy lento, y vuelvo a mirar al techo.  ¿Qué ha sido de la vida hasta hoy? Sueños, divagaciones absortas y más sueños/ensueños.   Y, ¿qué había detrás de todo aquello?  Un universo femenino ilimitado, mujeres abstractas, genéricas, y reales también, claro, pero detrás de todas ellas estabas tú, siempre tú, ninfa con mirada de agua y noche clara atardecida, demorada; tú, siempre, directa o indirectamente en casi todos mis pensamientos.

Tu palabra, tu voz, tan necesarias para mi, así era y así es, pero lo supe mucho más tarde, quizá demasiado tarde, no sé…


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