26, mayo, 2017
Volver al latido. Sentir los latidos
del instinto. Volver a pensar que hay algo extraño, lejano, próximo, en el
alba, el los miles de crepúsculos perdidos…
Ay, ¿he reencontrado alguno de aquellos crepúsculos, allí en el extremo
del mundo, en el vértice incomprensible de la existencia?
Volver, regresar al latido, íntimo,
secreto, terminal, fundacional… Volver a
la vida por senderos periféricos del mundo y sus confines.
Cántame una canción a media noche,
tú, tú, tú, que no eres nadie; tu, en esta soledad que presagia el verano, un
verano si luz, glaciar.

Tú, que no eres nadie, guárdame un
espacio en esa penúltima escalera y dime, si quieres, que la noche cerrada no
existe, que yo siempre estuve en otro mundo (confírmamelo por favor…) y háblame, tú, sí, de ese otro mundo, ahora
que no conozco ningún mundo ni distingo los colores ni el sentido del viento…
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