Notas acerca del término “compromiso”, en el año 2012, cuando se cumple el seiscientos aniversario del COMPROMISO DE CASPE
¿Compromiso, hoy…?
Compromiso, sí, con
tantas (o tan pocas) cosas…
Compromiso con la arqueología, con cierta historia… Con esa arqueología industrial y/o el
sufrimiento, sin límites, de todo aquel mundo decimonónico de la primera
revolución industrial, donde la penuria de familias enteras y desarrapados de
todo tipo –no fue el caso me mis antepasados-,
en minas, insalubres talleres, que Van Gogh ya reflejó en los telares de
la época, en los atardeceres de los campos de trigo donde quizá, la diosa Ceres,
vagaba ajena a tanto dolor; donde todo
aquel fulgor de colores y esfuerzo, no llegaba a los cálidos y románticos
salones de la “Villa y Corte”, como le gustaba llamar a la capital a Gustavo
Adolfo Becquer, ni a otros tantos salones y palacios de las ciudades y cortes de
Europa, la Europa que se repartía el
mundo, con una obscenidad que asusta.
Sin embargo, el poso del romanticismo -ya ahora neorromanticismo o posromanticismo, como se prefiera- ha quedado, eso sí, desnudo, frío, descarnado, drástico y, con todo su bagaje
de revoluciones y logros sociales, que ya es algo… por lo menos.
Hay, todavía, quizá hoy, algo así como una reducida y
dispersa secta de posrománticos adaptados, a regañadientes, al siglo veintiuno… Y en eso estamos; ya es tarde para cambiar, y
además, es que a algunos ya no nos da la real gana de cambiar. Y así pues, resulta que a veces somos poco amables.
¿Amables? ¿Pero de qué amabilidad nos están hablando
desde hace décadas?, por favor…
Estamos en esa sociedad permanentemente lúdica y amable
donde las alteraciones –las que molestan, claro- no nos llegan, y si algo se escapa,
llega diluido entre una confusión de
informaciones y contrainformaciones que
a veces, de tan dispersas, dejan de interesarnos.
Estamos, quizá, entre otras muchas cosas, en esa nueva
sociedad de la risa floja y los gestos edulcorados hasta la extenuación que, tal vez, si ese fuera todo su fondo -desearía que no-, a mí me
interesa mas bien poco. O nada.
Pero sí, por supuesto, se está del lado de esa Buena Gente de siempre…, comprometidos con
ellos; esa buena gente de toda
condición
ideológica –¡quede
esto muy claro¡- y de humilde pensamiento que rectifica,
si es necesario, las veces que haga
falta y, sin ningún pudor ni resabio.
¿Compromiso? Compromiso, una vez más, con algo tan frívolo, obvio y abstracto, en
apariencia, como es la belleza; compromiso
con la palabra, con el viento inexorable de los días (a veces, ya no me pongo a Chopin ni a Debussy, por ejemplo, lo
cual hasta me asusta). Compromiso
con en Tiempo…, porque no tenemos mas remedio, porque no podemos hacer otra cosa. El
tiempo nos busca hasta debajo de la cama, e incluso dice que nos ilustra con su
presencia, el muy cabrón. Uno se echa a
dormir, y, cuando se despierta…¡¡ay¡¡, resulta que el tiempo está ahí, mirándote,
diciéndote con su silencio que has perdido “su” tiempo.
“Mira
–le dije un día, ya impotente-, yo
pensaba que era “Mi” Tiempo, y no el
“tuyo””. Pero él sonríe, le da igual, y luego se va
carcajeando a fastidiar a otro sectario
que también aspira a combatirle inútilmente.
Así las cosas, el tiempo, y aunque no queramos, nos
pone un barniz ilustre y casi póstumo
cuando ya –esta es la ironía- no lo necesitamos para nada. Y nos unimos al viento (o eso desearíamos)
que va por ahí, libre, o nos vamos, por no sé que horizontes o crepúsculos, “con esa niña (mona) que iba en bicicleta”, como decía un fragmento de una canción de
Serrat.
¿El Compromiso? A
veces, de tanto retornar ya a no se sabe de dónde, volvemos a cualquier compromiso con la primera luz que se nos
lleva, de su mano, en una mañana cualquiera que marcha hacia el verano. A veces, también, nos vamos felizmente comprometidos con la
primera mirada que nos mira, con el primer o enésimo sueño que nos visita en la
mañana.
Guillermo
Cabal Jover. Zaragoza, 20 de Abril de 2012
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